Roxette ha sido por muchos años uno de los mejores grupos europeos de pop, saliendo de Suecia y colocando un tema épico como “It must have been love” en la banda sonora de “Pretty Woman” (Mujer Bonita).
Con el tiempo, el dúo (Marie Fredriksson y Per Gessle) lograron encontrar un balance y resaltar todos los componentes de su propio estilo: las influencias “beatle”, las baladas principalmente para voz femenina, las canciones más rockeras (Per Gessle, el compositor principal, siempre le ha dado espacio a su amado instrumento, aún cuando cantaba que amaba “el sonido de las guitarras al romperse”), y curiosas mezclas más ligadas a los años ochenta en su sonido electrónico y su intención.
Entre el inicio y la mitad de los años noventa editaron tres albums (Joyride, Tourism, que según mi opinión sigue siendo uno de los mejores albums de esos años, y Crash! Boom! Bang! ) que los consagraron definitivamente y después, como suele suceder en estos casos, detuvieron el paso y se tomaron un descanso.
Hoy, diez años después de su último album, se edita Charm School. Todas las canciones son compuestas por Per Gessle, y muestran, inevitablemente, algunos buenos puntos junto con algunos intentos de estar (irónicamente o no, no tenemos cómo saberlo) “en onda” o, por otro lado, “retro”.
Tiene la usual alternancia de voces de él y ella, y sus estribillos y la mezcla de voces todavía es excepcional. Cuando Gessle no se inclina hacia lo juvenil ni a alcahuetear (ciertos sonidos, algunos episodios como “Only when I dream”, la electro-funky “She’s got nothing on (but the radio)” o el tema de cierre “Sitiing on top of the world”), demuestra nuevamente que es uno de los más grandes asimiladores y re-elaboradores del rock, con una capacidad mimética envidiable.
Valgan como ejemplo los primeros dos temas: “Way out” cantada por él, y “No one makes it on their own”, donde mira a la América de Dylan por un filtro Harrisoniano: la primera, comienza siendo acústica – casi country – luego se vuelve más eléctrica, con hermosas partes de guitarra.
La segunda, cantada por ella, nuevamente con una veta country y con piano, tiene un solo a lo Harrison.
Luego están las clásicas canciones de Roxette como “Speak to me” y “I’m glad you called”, la cual tiene un ritmo acústico que recuerda a su clásica “Crash! Boom! Bang!”, el alma en seis octavos de “In my own way” y canciones pop atemporales como “Dream on”, con sus doce cuerdas y el clavicordio, y una joya de la escuela británica, “After all”, que son el verdadero punto fuerte del dúo: canciones que arriesgan a quedarte en tu cabeza y no volver a salir nunca más.
Reseña: Sergio Staffieri para ACCORDO
Info: THE DAILY ROXETTE
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